Crecer sin muchos elogios puede moldear en quiénes nos convertimos de maneras que quizás ni siquiera nos demos cuenta, según explican los psicólogos.
«Cuando no recibimos suficiente refuerzo positivo cuando somos niños, esto puede tener un impacto duradero en nuestra personalidad y en cómo interactuamos con el mundo»
Algunos rasgos pueden hacer que la vida sea un poco más desafiante, mientras que otros pueden impulsarnos a convertirnos en individuos más fuertes.
Buscan aprobación
Aquellos que crecieron con pocos elogios a menudo desarrollan un intenso deseo de aprobación.
La psicología sugiere que cuando los niños no reciben suficiente afirmación, pueden pasar su vida adulta buscando la validación de los demás.
Esto puede manifestarse de diversas maneras, desde tendencias a complacer a los demás hasta miedo al rechazo.
Es realmente un mecanismo de supervivencia
Cuando somos niños, dicen los expertos, «anhelamos la aceptación y la afirmación de quienes nos cuidan: es una parte fundamental de la naturaleza humana«.
Si no se satisfacen estas necesidades, podemos encontrarnos luchando continuamente por satisfacerlas hasta bien entrada la edad adulta.
Comprender este rasgo puede ser un paso fundamental hacia el autoconocimiento y el crecimiento personal.
No se trata de culpar a nuestro pasado, sino de comprender cómo nos ha moldeado y aprender a navegar por la vida a la luz de ese conocimiento.
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Son perfeccionistas
El perfeccionismo «es otro rasgo común desarrollado por aquellos que recibieron elogios mínimos cuando eran niños, y puedo dar fe de ello personalmente», explican los conocedores del tema.
A medida que creces, algunos (a) descubres que ningún logro es suficientemente bueno.
Desde las tareas escolares hasta las sencillas tareas del hogar, me esforcé por alcanzar la perfección absoluta con la esperanza de ganar algún reconocimiento o elogio.
Esto inculca en muchos la creencia de que sólo lo mejor merecía atención y que como ellos no la tuvieron, entonces no lo fueron.
Avanzando rápidamente hasta la edad adulta, esto se tradujo en una búsqueda incansable de la perfección.
Ya fuera un proyecto de trabajo o un objetivo personal, me presionaba para hacerlo bien.
El miedo a cometer errores o no cumplir con los altos estándares que me fijaba se convirtió en un compañero constante.
La psicología sugiere que esta es una forma de compensar la falta de validación durante la infancia.
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El perfeccionismo se convierte en un medio para buscar la aprobación que anhelábamos cuando éramos niños pero que nunca recibimos.
Una vez que te des cuenta de esto, podrás liberarte del agotador ciclo del perfeccionismo y aceptar tus defectos e imperfecciones.
Tienen una mayor sensibilidad a las críticas
Las personas que recibieron muy pocos elogios cuando eran niños a menudo desarrollan una mayor sensibilidad a las críticas.
Esto se debe a que han sido condicionados a esperar comentarios negativos, incluso cuando les ha ido bien.
De hecho, las investigaciones muestran que los niños que reciben críticas continuas pueden volverse hipersensibles a cualquier forma de crítica, constructiva o de otro tipo, en su vida adulta.
Esta sensibilidad puede generar conductas defensivas o dudas sobre uno mismo, lo que afecta las relaciones y el crecimiento profesional.
Reconocer este patrón es el primer paso hacia el desarrollo de respuestas más saludables a las críticas.
Tienen problemas con la autoestima
Las personas que recibieron pocos elogios durante su infancia a menudo luchan con problemas de autoestima.
La falta de afirmación puede llevar a una creencia profundamente arraigada de que no son lo suficientemente buenos.
Esta constante duda sobre uno mismo puede entonces manifestarse en diversos aspectos de la vida, desde las relaciones personales hasta el crecimiento profesional.
Pueden compararse constantemente con los demás y les resulta difícil aceptar elogios.
Al reconocer este rasgo, es posible comenzar a reconstruir la autoestima a través del diálogo interno positivo y la autocompasión.
Tienen dificultad para expresar emociones
Al crecer sin muchos elogios ni afirmaciones, ha muchos les resulta difícil expresar sus emociones libremente.
Para algunos, les parece más seguro mantener ocultos sus sentimientos que compartirlos y arriesgarse a sufrir decepción o desaprobación.
Este hábito se mantiene en ocasiones hasta la edad adulta, dificultando la formación de conexiones profundas o la comunicación efectiva en las relaciones.
A menudo sienten que había una barrera invisible que me impedía abrirme completamente.
La psicología sugiere que este es un rasgo común entre las personas que no recibieron muchos elogios cuando eran niños. Es un mecanismo de protección: si no expresamos nuestras emociones, nadie puede herirnos.
Pero también es una barrera para las relaciones satisfactorias y el crecimiento emocional.